martes, 6 de agosto de 2013

La mitad de nada

Estar otra vez aquí, frente a esta página ahora con escasas palabras, desgastando las teclas de este ordenador ruidoso que no deja de ser mi confidente.
Mi cerebro no está como esta página. En el hay un vaivén de pensamientos que no me dejan ser ni estar, como era y estaba antes de ti, antes de todo.
Una señora me dijo hace un par de Jueves que no necesitaba un espejo para ver lo bien que me quedaba la prenda que acababa de probarme, que me mirase en los ojos de mi amiga, que ahí me vería mejor. Y que gran verdad. Anonadada me dejo la anciana con su oportuna frase (preciosa, por cierto).
Dicen que los ojos son el espejo del alma. No estoy segura de eso, lo que si tengo claro es que si ahora miras a través de los míos, te darás cuenta de que en el alma tengo una coraza tan enormemente grande que no sé cuanto tardaré en volver, porque he decidido retirarme por un tiempo de eso que todos ansiamos (demasiado a menudo). Pero si te fijas un poco más atentamente en ellos, verás también una ganas enormes de ser feliz, no simplemente de estarlo.
Estoy cansada de que mis ojos sean un lúcido reflejo de varias noches algo grises, de Domingos llenos de "no sabes como te echo de menos".
No has vuelto a aparecer por mi vida y desde entonces ya no es la misma. Ni siquiera yo soy la misma.
Nunca me dejaste entrar del todo en tu mundo y sin embargo tu has visto el mío de principio a fin. Ya no me quedan rincones interiores (ni tampoco exteriores) que mostrarte. Y aún así, has decidido alejarte.
Nos hemos perdido y esta vez no seré yo la que se moleste en buscarte.


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